jueves, 2 de septiembre de 2010

Desenmascarando la perversidad.

Publicado por Notitarde, 2 de Septiembre de 2010

La maldad y la prepotencia son realidades en el quehacer humano y ellas se potencian en el ejercicio del poder. Especialmente después de las evidencias que la segunda guerra mundial arrojó la capacidad de sevicia manifiesta de dirigentes y estructuras del poder para aniquilar a otros seres humanos surgieron las instituciones de los derechos humanos como instrumentos para construir sociedades más justas. Y efectivamente, la continúa amenaza y confiscación de las libertades y del derecho a la vida ha llevado a crear el Fiscalías y Defensorías de los ciudadanos y la Corte Interamericana hasta Tribunales Internacionales que establecen arreglos y normas para garantizar la “justicia” en la convivencia humana y limitar el ejerció indiferente o arbitrario de quienes detentan o se imponen por el poder de la fuerza, de la tecnología, del dinero o de la mentira. Pero el poder siempre le da la vuelta a la justicia: así llama la atención que a los prisioneros cubanos liberados bajo indicio de respeto a los derechos humanos no se les reconozca en España su condición de refugiados políticos, sino que se les considera residentes como si hubieran viajado por turismo o voluntad propia, claramente así se evita calificar el régimen cubano de totalitario.

El vía crucis y desenlace irremediable de Franklin Brito en la afirmación de sus derechos fue largo, sinuoso y a la vista de toda la sociedad. Las diversas negociaciones turbias y bajo el manto de razones humanitarias llevaron incluso a diagnosticarlo como “demente” conculcarle la libertad física y mental al recluirlo en la institución militar gubernamental bajo el supuesto de “garantizarle la vida” cuando el mismo poder del gobierno le arrebataba el derecho a la vida. Si bien nuestras voces y acciones se hicieron sentir ante la ignominia, también hubo voces que presionaban por un “acomodo” que transigiera porque el poder hegemónico era implacable. Pero, como Jan Palach en Checoslovaquia, Zapata en Cuba, Aung Sung en Burma hoy Franklin Brito son testimonios erosionadores de la injusticia.

Sabiendo entonces, que el mundo no es justo, ni podemos eliminar la maldad humana tenemos que preguntamos ¿Es posible enfrentar la injusticia? Para ello es necesario identificar y responder si la muerte de Brito fue provocada y pudo haber sido evitada con respuestas concretas y si quienes pudieran haberla evitado han fallado en sus valores y sus responsabilidades o son cómplices de las arbitrariedades manifiestas. Para muestra un botón: 220 reos muertos en lo que va del año, ¿cuáles son las condiciones de injusticia que nos hacen indiferentes ante esta masacre? Estamos ante la emergencia de enfrentar y persistentemente luchar contra la indiferencia y prepotencia que provocan la impunidad y la arbitrariedad, y eso es lo que está en juego en nuestras decisiones del 26 de septiembre.

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